Autor: Sánchez de la Iglesia, Eduardo
Graduado en Ciencias Ambientales en la Universidad Autónoma de Madrid, máster y actualmente estudiante de doctorado en Medio Ambiente: dimensiones humanas y socioeconómicas en la Universidad Complutense de Madrid
Resumen
Este trabajo de investigación se centra en la asociación existente entre la bioética y la conservación ambiental, actuando de forma complementaria con otra serie de disciplinas principales en lo referente al análisis y actuación en las interrelaciones entre la ciudadanía y el medio. Focalizándose además en una temática de principal interés como la protección y preservación de las zonas húmedas en España. Una problemática en auge, sin solución sencilla debido a los múltiples factores que se encuentran implicados en ella y con consecuencias difíciles de resarcir en los casos más extremos. Es por ello que el protagonismo de la bioética en el momento de contrarrestar la situación actual puede desencadenar un punto de inflexión que ayude a favorecer el contexto contemporáneo de las zonas húmedas en España.
Abstract
This research work focuses on the existing association between bioethics and environmental conservation, acting in a complementary way with another series of main disciplines with regard to the analysis and action in the interrelations between citizens and the environment. It also focuses on the protection and preservation of wetlands in Spain. This is a growing problem, with no simple solution due to the multiple factors involved in it and with consequences that are difficult to remedy in the most extreme cases. This is why the leading role of bioethics in counteracting the current situation may trigger a turning point that will help to favour the contemporary context of wetlands in Spain.
Introducción
La interconexión entre disciplinas como parte funcional e inicial de la conservación ambiental debería ser una constante para alcanzar el buen hacer con el medio que nos rodea, garantizando altos estándares de conexión, pero de una forma íntegramente sostenible. Una concurrencia multidisciplinar donde diversas materias tanto recientes, consolidadas o basadas en tiempos pasados pudieran plantear sus paradigmas para poder desarrollar soluciones a las problemáticas ambientales que conciernen a multitud de enclaves.
Entre todas ellas, y como base garantista de la aplicación de conceptos e ideales que satisfagan la interacción de la ciudadanía con el medio ambiente de forma general, se ha afianzado la disciplina bioética una vez testada su relevancia en la participación a la hora de configurar estrategias y planes de índole ambiental centrados en el aspecto conservacionista en contextos internacionales.
Asumiendo la multidisciplinariedad como componente innegociable del devenir de la dualidad hombre- medio que actúa como motor contemporáneo del contexto ambiental, este trabajo opta por profundizar en una problemática acuciante y sobre la que hoy en día no existe una solución óptima que garantice la preservación sostenible de las zonas húmedas en el contexto nacional español.
Si bien es cierto que desde finales del siglo XX la preocupación por la conservación por los humedales en España ha aumentado considerablemente, no es menos cierto que la problemática asociada a los mismos también se ha incrementado exponencialmente desde entonces. Aunque no es una circunstancia que afecte específicamente a territorios concretos o a naciones exclusivamente, sino que se extiende por prácticamente la totalidad del contexto global.
Pese a ello, las posibilidades de actuación en virtud de su conservación se antojan realmente limitadas pudiendo centrar los esfuerzos en este ámbito ejerciendo comportamientos responsables y no perjudiciales para estos ecosistemas cuya biodiversidad asociada también se encuentra en una situación conflictiva.
En este contexto, la bioética debería poseer una importancia en la elaboración de proyectos y planes educativos que velaran por estos objetivos a la par que consolidarse como una disciplina trascendente en el seno de las diferentes administraciones que abogan por la conservación ambiental y por las interrelaciones existentes entre la población en su conjunto y el medio ambiente.
Protagonismo de la bioética en la consecución de estándares de conservación adecuados
Inicialmente la bioética se constituye como una de las disciplinas más utilizadas y determinantes en la actualidad por la persecución de la convivencia heterogénea y respetuosa con los valores morales, tanto entre todos los seres humanos entre sí como con el resto de los componentes que integran el medio ambiente. También en su vertiente más consecuente con la aplicación de comportamientos que garanticen la utilización racional y sostenible de los recursos naturales, sobre todo en virtud de la evolución socioeconómica y tecnológica.
“La bioética remite a una visión positiva del progreso científico y técnico, al mismo tiempo que subraya la necesidad de acompañarlo de una reflexión ética que tenga en cuenta los valores y la totalidad, la sociedad global y la naturaleza” (Hottois, 2020, p.17).
Esta reflexión establece una visión particular de sus orígenes dando pie a su función y a su relación con el medio ambiente en su conjunto. Precisamente la dualidad existente entre los seres humanos y el medio ambiente se establece como una de las bases de la concepción sostenible contemporánea buscando asentar valores y comportamientos que aseguren la preservación natural.
Además, este argumento comulga perfectamente con las pretensiones establecidas a la hora de la creación del Ministerio de Medio Ambiente y aquellos que han tenido relación previa con el mismo. Por lo que en este aspecto concreto llama bastante la atención el poco reconocimiento otorgado a la disciplina bioética en el conjunto de las estrategias ligadas a la actividad propia de dichas administraciones.
Una visión actual que parte de una transformación conceptual del medio ambiente por parte de la sociedad general, donde la bioética ha tenido participación, formando parte integrante de la diversidad de disciplinas científicas y sociales que han permitido en las últimas décadas un mayor conocimiento y el desarrollo de buenas prácticas desde el punto de vista ambiental. “El despertar de la bioética ambiental tiene que ver también con una nueva atmósfera cultural, a partir del cual se fortalece la conciencia acerca del daño de los ecosistemas y el cuidado de las áreas silvestres” (Márquez-Vargas, 2020, p. 59).
Todo ello se encuentra en consonancia con la irrupción de una realidad ambiental cada vez más severa, donde las consecuencias del fenómeno climático se hacen cada día más fehacientes, y donde el desarrollo de una bioética estrictamente relacionada con el medio ambiente se ha consolidado como necesaria en todas sus vertientes especialmente en respuesta a dicha problemática.
La transformación de la percepción ambiental acompañada por la persistencia de fenómenos climáticos cada vez más extremos y sus consecuencias de carácter socioeconómico en multitud de enclaves, han propiciado que la sociedad sea consciente de las consecuencias que puede atañer la inacción en la materia y la continuidad de actuaciones negativas que pueden dar lugar a focos de contaminación (dañinos para el medio ambiente pero también para el conjunto social territorial).
Sin embargo, la bioética se encuentra contextualizada en el medio natural y enfocada hacia los componentes asociados a los seres humanos y la manera en que estos influyen determinantemente en su situación y prosperidad. Aunque esta relación coherente, y a priori perceptible, destaca por su dificultad y heterogeneidad en su análisis y conocimiento debido a la amplia gama de variables a la que se encuentra ligada.
La mayoría de los seres humanos hasta ahora no están dispuestos a realizar transformaciones; de ahí que sostenemos que el problema medio ambiental es esencialmente ético, es decir, el ánimo dominante es que aun reconociendo el problema no estamos dispuestos a vivir bien como menos, persistimos en un modelo de desarrollo que debe crecer infinitamente en un planeta finito (León, 2020, p. 27).
Del argumento anterior se puede destacar el matiz de contemplar la bioética como una disciplina significativa en la consecución de una sociedad más responsable en su acción para con el medio ambiente. Dando pie a una consideración determinante, puesto que la bioética permite incorporar a la dualidad hombre – medio el factor de la querencia, entendida como la inclinación intrínseca de los seres humanos de pertenecer al medio ambiente y a preservar el mismo en las mejores condiciones posibles.
Por lo que nos acercamos a una situación ciertamente multidisciplinar debido a que la relación ente las ciencias ambientales, la bioética y la educación ambiental (cada una en su papel y condiciones) es básica para la consecución de un cambio de mentalidad más profundo hacia un enfoque sostenible en la población. “La naturaleza interdisciplinar de la bioética y su propia historia suponen una irrenunciable responsabilidad en los temas ambientales” (León, 2020, p.40).
La inclusión en esa relación de un profundo conocimiento del medio y la querencia, se establecen como fundamentales en el momento de aplicar dicha transformación al comportamiento individual y colectivo humano en el medio natural. Por lo que dicha interacción, asociada directamente con la multidisciplinariedad en la conceptualización y estudio del medio natural desde una perspectiva bioética, resultan como factores clave en la transformación del ejercicio práctico de interacción con el medio ambiente. Como bien ensalza Márquez-Vargas (2021), señalando que la convivencia de los seres humanos con los ecosistemas está determinada esencialmente por una sólida interacción entre la política, la economía y la ecología.
De la bioética contemporánea a su relación con disciplinas anteriores en virtud de su carácter multidisciplinar
Este análisis posee una relación bioética ligada a su multidisciplinariedad como su carácter ambiental, y en concreto, desde su conceptualización territorial que parte de la sostenibilidad como término de referencia y de la interpretación de los seres humanos como parte integrante del medio ambiente. Esta posición concuerda con el análisis que propone Sarmiento (2015) que aboga por la necesidad de una bioética que a través de un pluralismo de valores permita la consecución de acuerdos sostenibles.
Sin embargo, el devenir pasado de los acontecimientos ha hecho que el territorio no haya conseguido establecerse entre las inquietudes más acuciantes de la población, no recibiendo la atención requerida y conservándose de manera inapropiada en muchas ocasiones. “En la cultura occidental no se le otorga un valor intrínseco al territorio, como aquel soporte natural donde es posible la interacción de las especies humanas y no humanas” (Márquez-Vargas, 2020, p.21).
En este contexto es preciso poner el foco en la relación existente entre la bioética con una disciplina desarrollada a principios del siglo XX en el contexto nacional español como la ecética. Un momento histórico donde la visión multidisciplinar del medio y de sus valores intrínsecos no se encontraba entre las tendencias científicas ni sociales del momento.
Una de las materias en las que Emilio Huguet del Villar puso el foco desarrollando su capacidad investigadora y a la que prestó una atención especial por su capacidad integradora, ya que interrelacionaba las mejoras y pensamientos de índole socioeconómica con la ampliación y el conocimiento geográfico del territorio. Todo ello con el objetivo concreto de comprender el medio ambiente en su totalidad y progresar en las relaciones existentes entre los seres humanos y el ambiente.
Conceptualmente, según lo especificado en Huguet (1921) la ecética como materia es aquella que estudia las características intrínsecas, así como las relaciones de las que forma parte un territorio para la consecución de la disposición heterogénea de la mayor parte de la población posible con el máximo estándar de calidad de vida que sea capaz de ofrecer éste en la menor superficie admisible.
Por lo que, en base a lo anterior, la ecética se constituía como una disciplina cuyo interés partía de su profundo conocimiento del ambiente y de su consideración de la dualidad hombre – medio. Sin embargo, este término no consiguió consolidarse dentro de la élite científica española posterior. Pero a través de su análisis detallado permite encontrar argumentos y conceptos adelantados que se asemejan en muchos casos a los actuales ligados a la concepción reciente del medio ambiente por parte de organismos internacionales.
Derivado del término primitivo se encuentra el concepto propuesto por Huguet (1921) para confeccionar lo que él mismo denomina valor ecético territorial, entendido como las posibilidades de carácter económico que ofrece el mismo para el conjunto de los habitantes que se ubican en él. Siendo éste la capacidad territorial para ofertar y limitar las posibilidades de producción y comercialización de la población que se establece en él.
Además, hay que tener en cuenta que la ecética posibilita la integración del potencial natural que ofrece cada territorio como determinante en las diferentes opciones de índole socioeconómica asociadas al mismo. “Huguet sostiene que es necesario estudiar en primer lugar el medio físico como factor esencial de la localización humana” (Martí, 1984, p.123).
Esta disciplina, incluida de manera progresiva en las publicaciones del autor desde principios del siglo XX, especialmente en aquellas relacionadas con el terreno geográfico, tuvo su momento álgido dentro de la bibliografía del autor en el año 1921 con la publicación de uno de sus trabajos más importantes bajo el título de: El valor geográfico de España. Ensayo de Ecética. En él Huguet relaciona de manera sencilla y comprensible la influencia del factor geográfico en la ubicación de la población. Para ello parte del contexto norteamericano, centralizado en Estados Unidos, como territorio base de una homogeneidad política y una heterogeneidad territorial imperante, además de ser entendido como un enclave principal del estudio geográfico avanzado con una gran variabilidad socioeconómica y geográfica.
Con ello Huguet consiguió aplicar su teoría ecética con éxito en diversos territorios dando pie a una de sus reflexiones más interesantes como se refleja en Martí (1983), ya que siguiendo el argumento del autor la población se encuentra más atraída por aquellas áreas territoriales preparadas y dotadas para el comercio. Siempre sin infravalorar los recursos naturales que en ellas se establecen.
Partiendo de esta premisa, Huguet realizó también un análisis basado en la atribución de diversos procedimientos y conceptos desarrollados en el continente americano a la situación del ámbito regional español. A raíz de la cual obtuvo una serie de conclusiones basándose en el concepto de ecética aplicada a un territorio. Según se indica en Huguet (1921), de la aplicación ecética al contexto nacional español se dirime que las áreas comerciales se constituyen como las más atractivas para la población a la hora de fijar su residencia además de que una gran parte del valor ecético español en aquel momento era dependiente de potencias internacionales.
De la Ecética y su potencial relación con la bioética
La importancia de la bioética para conseguir un alto grado de entendimiento del medio se manifiesta en múltiples circunstancias. Siendo necesario en diversas ocasiones provocar una evolución en nuestro concepto territorial dentro del medio ambiente para asegurar su preservación y su conservación. Por lo que se evidencia que la consecución de una ética de carácter ambiental firme se encuentra firmemente ligada a una dinámica y ocupación territorial sostenible, donde las necesidades humanas en materia socioeconómica trasciendan en concordancia con un equilibrio natural que permita al medio ambiente subsistir en condiciones favorables. “La ética históricamente se preguntaba sobre el “bien” entre los seres humanos que viven en comunidad. Una ética nueva se pregunta acerca del “bien” de la naturaleza y su relación con el bien del hombre” (León, 2020, p. 30).
Esta afirmación contribuye a las necesidades actuales que abogan por el desarrollo de una ética contemporánea donde se ha conseguido evolucionar en la concepción del papel que los seres humanos tienen como parte del medio ambiente.
Pese a que esta conceptualización vigente y cada vez más extendida entre el conjunto de la población, se encuentra bastante relacionada con los pensamientos de algunos intelectuales de principios del siglo XX como el caso de Villar, que ya en ese momento optaban por divulgar sus conocimientos e ideas en esta materia.
Al igual que la bioética, la ecética en su concepción primaria por parte de Huguet posee una relación directa con el territorio. Así Huguet consideró esta materia según se recoge en Martí (1984), como una disciplina geográfica que estudia las sociedades humanas con el fin de distribuir el máximo número de población en las mejores condiciones y en el menor espacio disponible posible.
Pero no solo en este punto aparecen relaciones entre ambas materias, sino que si acudimos de nuevo a lo reflejado por Hottois (2020) en cuanto a la visión positivista que denota la bioética del progreso científico y técnico, apreciamos una similitud con el punto de vista defendido por Huguet (1921) donde se indica que la propia definición de ecética está ligada al progreso o cambio tecnológico, así como al aprovechamiento económico del mismo.
Para Huguet (1921), por tanto, el análisis geográfico se encuentra moldeado por la actividad humana. Teniendo por tanto una influencia directa en el valor ecético de un territorio, el grado de concienciación de la población que habita en él en materia de conservación del medio ambiente. Un argumento que también se asemeja a lo especificado por Márquez – Vargas (2020), donde se plantea como el punto de inflexión de la bioética ambiental un aumento de las preocupaciones populares en lo relativo a la conservación del medio.
Según Huguet (1921), la destrucción del medio ambiente y de los recursos naturales presentes en él constituyen una disminución en el valor ecético del propio territorio, generando además consecuencias económicas, sociales y, por supuesto, ambientales. Pudiendo llegar incluso a ser detonante de movimientos migratorios acordes con el aumento del valor ecético de otro territorio.
De esta manera, se subraya la importancia de la dualidad hombre-medio presente en dicha teoría en Huguet (1921). Una circunstancia que también aparece la concepción bioética planteada por Agnew y Oslender (2020), donde se alude a que la relación entre el medio físico y el contexto histórico – cultural de la población determina el éxito de la bioética aplicada a dicho territorio.
Mencionando que la ecética fue planteada como una herramienta multidisciplinar de concepción geográfica en lo referente en su aplicación territorial. Con el objetivo de analizar las desigualdades perceptibles entre los diferentes territorios y estudiar qué factores de influencia se generan de una forma natural y cuáles están asociados a la existencia humana. Siendo realmente interesante resaltar la importancia de la conexión entre varias materias tanto en la ecética de Huguet como en la propia bioética. Puesto que según argumenta Marquez – Vargas (2020) la dimensión interdisciplinar ha propiciado que la bioética pueda interpretar tanto las diferentes realidades que ensombrecen la supervivencia humana como la vida ecosistémica.
Dicho pluralismo también es apreciable en el desarrollo ecético territorial que propuesto en Huguet (1921), puesto que su propuesta de ordenación territorial daba pie a la consideración de variables tales como el nivel cultural o la historia de cada zona concreta a la hora de concebir el valor ecético de un territorio, un hecho que en el momento actual sigue siendo apreciable.
“El despertar de la bioética ambiental tiene que ver también con una nueva atmósfera cultural, a partir del cual se fortalece la conciencia acerca del daño de los ecosistemas y el cuidado de las áreas silvestres” (Márquez-Vargas, 2021, p.59).
A través de dicha afirmación se denota que la adaptabilidad de la disciplina bioética tanto a contextos globales e internacionales como a ámbitos locales permite establecer una relación potencial con la influencia de la ecética en el medio ambiente, considerándose como una característica determinante a la hora de entender la sostenibilidad de manera general.
Y no únicamente ligado al medio ambiente puesto que la ecética parte como una materia que opta por el análisis de los asentamientos humanos, entendiendo éstos dentro del contexto ambiental y de la manera en que pueden influir en la utilización sostenible de los recursos existentes. Ya que la interpretación de Huguet (1921) de valor ecético territorial como las posibilidades de carácter económico que ofrece el mismo para el conjunto de los habitantes que se ubican en él, da pie a la integración del potencial natural como determinante en ellas y las condiciones que el medio ofrece.
De hecho, en su propia concepción se intuye la relevancia del medio ambiente dentro del concepto ecético y de la calidad de las variables que lo componen como el suelo o la biodiversidad que concuerdan en buena medida con disciplinas donde Huguet puso el foco de su obra como la edafología o la geobotánica. Además de enfatizar que una de las consideraciones presentes en Huguet (1921) compete a que una de las principales circunstancias que resultan en la pérdida del valor ecético de un territorio es la destrucción de masa forestal dentro de su superficie.
Este planteamiento está presente actualmente en el razonamiento y en la divulgación científica actual donde el concepto territorial sigue permanentemente ligado a la conexión interdisciplinar como argumentaba Huguet en su ecética.
Lograr autonomía al interior de las unidades territoriales es un elemento indispensable, ya que es esta justamente la que permite un mejor desarrollo humano con el medio y reconocer procesos sociales de base histórica y cultural que se organizan a partir de sus propias necesidades y se integran con otras para crear un sistema vivo más complejo y dinámicas que al asociarse con las territorialidades bioéticas (López-Neira, 2021, p. 6).
En este ámbito, los diferentes valores ecéticos que se aprecian individualmente en cada uno de los territorios permiten vislumbrar múltiples necesidades sujetas a su heterogeneidad. Una circunstancia que conlleva la aplicación de planteamientos bioéticos que permitan concebir los territorios de manera integradora y respetando la totalidad de los factores naturales que los componen.
Por ende, nuevos razonamientos de reciente creación se posicionan en la nueva consideración social en el ámbito ambiental que optan por reunificar la relación entre el territorio y la apropiada actuación con respecto al mismo a través de la relevancia ética.
Las territorialidades bioéticas se definen como tiempos y espacios vivos en los cuales sus dinámicas de transformación son producto de la implementación de los avances científicos y tecnológicos que la especie humana ha producido en el medio no con el fin de agotar o deteriorar los recursos con los que se cuenta, sino bajo una mirada bioética, la cual define, mediante la deliberación, un punto de equilibrio vital que responda a procesos ecológicos sustentables, autónomos y justos, a lo largo del tiempo, para todo organismo vivo que integre el territorio. (López-Neira, 2021, p. 6).
Humedales en el foco de la conservación ambiental
Sin lugar a duda, los humedales han sido históricamente un tipo de ecosistema infravalorado que en multitud de ocasiones ha sido relacionado con condiciones de insalubridad debido a su contaminación prolongada provocando fenómenos como la eutrofización que desembocan en olores desagradables y la presencia de fauna indeseada.
No obstante, esta consideración cambió notablemente en 1971 con la rúbrica del Convenio Ramsar sobra la protección de humedales, en el que por primera vez se reconocía la relevancia socioeconómica, cultural y científica de estos enclaves.
Partiendo de esta base, hay que tener en consideración que el Convenio no fue de aplicación hasta 1975. Una fecha de inicio a la que España tardaría siete años más en adherirse. Concretamente en el año 1982, a raíz de la inclusión en el escrito de dos de los humedales más representativos de nuestro país como Doñana y las Tablas de Daimiel. Estableciendo este instante como el comienzo de la conservación de este tipo ecosistemas en territorio español.
Consistiendo la inclusión de estos humedales tan relevantes de acuerdo con el artículo 2.4 de dicho convenio en el que se establece la obligación de designar al menos un humedal para ser incluido en el “Listado Ramsar” en el momento de la firma de la Convención o el depósito del instrumento de ratificación o adhesión. (Convention on Wetlands of International Importance especially as Waterfowl Habitat., 1971, Artículo 2).
Esta línea conservacionista fue complementada una década más tarde por la entrada en vigor de la Directiva 92/43/CEE de 21 de mayo de 1992 relacionada con los hábitats naturales y la fauna y flora silvestre. Cuya importancia en el ámbito de los humedales es considerable ya que consiguieron ser reconocidos dentro de los hábitats prioritarios y que deben ser conservados, especificando en su Anexo I todos aquellos que se constituyen como tipo de hábitats naturales para cuya subsistencia es necesario establecer zonas de conservación.
Realmente la puesta en marcha de estos acuerdos en el contexto internacional y europeo respectivamente y su consiguiente aplicación en el territorio nacional han tenido una trascendencia notable en la prosperidad de estos ecosistemas. Según Serrano (2012), eran 160 países los adheridos al convenio a finales de 2011 con más de 2000 zonas húmedas incluidas en la Lista y más de 200.000 hectáreas protegidas.
Un hecho importante si atendemos a que España es un país extraordinariamente rico en lo relativo a zonas húmedas. Destacando por su heterogeneidad, su cantidad y su distribución a lo largo de su geografía lo que permite sintetizar la idea de que España es un país que posee un gran número de humedales de pequeño tamaño en la zona interior peninsular y una reducida cantidad de humedales costeros que además se establecen como los más reconocidos del país.
España es un país de contrastes y como no podía ser de otra manera también en materia de humedales cuyo responsable es la gran variedad de condiciones climáticas, geográficas e hidrológicas a las que estamos sometidos. Como consecuencia directa de todo lo anterior, España se ha convertido en el país con mayor diversidad de sistemas acuáticos de todo el contexto continental. Una realidad enfrentada a las creencias populares históricas en este aspecto, ya que para una gran mayoría de la población este tipo de ecosistema pasa completamente desapercibido.
El territorio nacional español cuenta con una amplia cifra de zonas húmedas, concretamente 734 ubicadas en 23 provincias pertenecientes a 8 Comunidades Autónomas (Inventario Nacional de Zonas Húmedas, 2021). Aunque el conocimiento y el grado de concienciación sobre la importancia de la conservación de sus valores naturales por parte de la población general es bastante limitado lo que sin duda repercute en la situación en la que se encuentran una gran parte de ellos.
En este ámbito concreto existe radica una vez más la relevancia de disciplinas exponencialmente en crecimiento como la bioética, la educación ambiental o las Ciencias Ambientales a la hora de poder revertir la situación anterior dotando de valores y equilibrio entre el aspecto ambiental y socioeconómico a las políticas públicas y comportamientos antrópicos de la población en su conjunto.
Con este punto de inicio como referencia, hay que comprender que esta problemática no debe considerarse endémica de la nación española ya que según lo advertido en Ramsar Convention Secretary (2015) donde se alerta de los altos porcentajes de desaparición de zonas húmedas desde mediados del siglo XX, superando el 60% a nivel mundial. De la misma manera que la situación en España no debe entenderse al margen del problema, puesto que los datos aportados por el Inventario no son mucho más halagüeños.
Recordando que la sensibilidad de estos ecosistemas frente a las presiones nocivas es muy elevada y que su degradación paulatina puede llegar a desembocar en un contexto de no retorno que provoque la situación de zona húmedas. Todo ello asociado a la dificultad que conlleva la aparición de un humedal especialmente en aquellos que dependen exclusivamente del volumen de agua subterránea disponible.
Todo ello dando lugar a la siguiente tabla actualizada de la situación donde España aparece dentro de lo establecido por el Convenio Ramsar como el segundo país de la Unión Europea con más superficie estimada protegida después de Francia.
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