El 4 de noviembre, los investigadres Daniel Vázquez Tarrío, Andrés Díez Herrero, Ana Lucía Vela, autores del artículo «En las riadas, no sólo daña el agua; daña más el barro» y que podemos consultar en la web del CSIC, explican como el paso de la dana del pasado 29 de octubre, ha acabado con la vida de más de 200 personas, la mayoría en la Comunidad Valenciana que desbordaron en pocos minutos los cauces de los ríos, inundando campos, calles y casas, llevándose por delante cientos de vehículos y puentes
En el mismo señalan que “en numerosas ocasiones, los daños a las personas, las edificaciones e infraestructuras que producen estas riadas son debidas, no a la profundidad o tiempo de sumersión en el agua, sino a los impactos y el enterramiento bajo elementos en flotación (como madera y restos vegetales, vehículos, contenedores y mobiliario urbano), o sedimentos movilizados en suspensión o arrastrados por el lecho (como arcillas, limos, arenas, gravas, cantos y bloques).
Las repercusiones de las inundaciones en viviendas, comercios e industrias suelen asociarse, más que a la humectación temporal de los enseres, al barro que deposita la riada, que inutiliza los electrodomésticos y deteriora el mobiliario. Sin embargo, la mayor parte de los estudios de riesgos por inundaciones y los mapas de zonas inundables son elaborados suponiendo que lo que circula por nuestros cauces y riberas es agua limpia, casi destilada, desprovista de barro.
De ahí la importancia de investigar cómo la erosión, transporte y sedimentación de tierra influye en agravar la peligrosidad de las avenidas e inundaciones. Y un primer paso en esta investigación debe ser siempre recopilar, analizar y sacar conclusiones prácticas de los pocos estudios y mapas que sí que han contemplado el papel de los sedimentos en las inundaciones»
En el mismo explican que por ello un equipo de científicos y profesores de varios centros de investigación en un trabajo de recopilación y revisión bibliográfica publicado en la revista científica internacional Geomorphology, en el cual analizaron más de un centenar de estudios científicos y técnicos, y que los resultados permiten interpretar que los procesos de transporte de sedimento se asocian a cambios morfológicos repentinos en el cauce, lo que en muchas ocasiones agrava la peligrosidad por inundación. Esta revisión de estudios previos también sugiere que los cauces de montaña son quizás más sensibles a esta problemática.
Como conclusión, los autores determinan que es necesario trasladar esta información obtenida por los trabajos de investigación científica previos a la práctica y considerar los procesos de transporte de sedimento de una manera más explícita en las cartografías de peligrosidad por inundación fluvial, pues puede ayudar en esta labor las nuevas herramientas de modelización que se han desarrollado en la última década.
Tal y como destacan los autores “cuando se hagan estudios de inundabilidad de una población o mapas de riesgo para las márgenes y riberas, conviene que se tenga más en cuenta cuánto sedimento y de que tipo será capaz ese río de erosionar, transportar y depositar”
Fuente CSIC. Accede al artículo de Daniel Vázquez Tarrío, Andrés Díez Herrero, Ana Lucía Vela, «En las riadas, no sólo daña el agua; daña más el barro» https://www.csic.es/es/actualidad-del-csic/en-las-riadas-no-solo-dana-el-agua-dana-mas-el-barro
























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