Los bosques europeos y el declive de su capacidad como sumideros de carbono


Un papel crucial en la estrategia climática de la UE

Los bosques europeos son uno de los pilares fundamentales en la lucha contra el cambio climático. Su capacidad de absorber dióxido de carbono (CO₂) y almacenarlo en biomasa y suelos los convierte en sumideros estratégicos dentro de las políticas ambientales de la Unión Europea (UE). Actualmente, estos ecosistemas cubren cerca del 40% del territorio comunitario y, entre 1990 y 2022, llegaron a compensar aproximadamente el 10% de las emisiones derivadas de la actividad humana.

Sin embargo, un estudio publicado recientemente en Nature, liderado por Mirco Migliavacca (Joint Research Centre) y con la participación de investigadores del CREAF y del CSIC, advierte de una tendencia preocupante: los bosques europeos están reduciendo de manera sostenida su capacidad de secuestro de carbono, lo que pone en entredicho los compromisos climáticos de la UE.

Un retroceso medible

El inventario europeo LULUCF (Uso de la Tierra, Cambio de Uso de la Tierra y Silvicultura) evidencia este retroceso. Entre 2010 y 2014, los bosques absorbían anualmente unas 457 millones de toneladas de CO₂ equivalente. En el periodo 2020-2022, esta cifra cayó a 332 millones de toneladas, lo que supone una reducción de casi un tercio en tan solo una década.

Este descenso compromete directamente los objetivos fijados en la hoja de ruta climática de la UE, que establece la neutralidad climática para 2050 y un hito intermedio en 2030: alcanzar una absorción neta de 310 millones de toneladas de CO₂ equivalente. La trayectoria actual indica que el cumplimiento de esta meta es altamente improbable si no se implementan medidas correctivas de gran alcance.

Factores que explican el declive

El estudio identifica una combinación de causas que actúan de manera interconectada:

  • Explotación forestal intensificada: La creciente demanda de madera, tanto en Europa como en el mercado global, ha incrementado la presión sobre las masas forestales.
  • Perturbaciones naturales crecientes: Incendios, tormentas y plagas afectan cada vez con mayor frecuencia y severidad, y suelen dar lugar a talas prematuras de madera muerta o dañada.
  • Estancamiento de la expansión forestal y menor repoblación: A diferencia de décadas anteriores, la superficie forestal ya no aumenta con la misma intensidad y los programas de reforestación se han reducido.
  • Envejecimiento de los bosques: Las masas maduras disminuyen su ritmo de crecimiento y, con ello, su capacidad de absorber carbono.
  • Eventos extremos de calor y sequía: Estos episodios reducen la fotosíntesis, limitan la productividad de los árboles y aumentan la mortalidad forestal.

En conjunto, estos factores generan efectos persistentes que afectan tanto a la resiliencia como a la productividad de los ecosistemas forestales.

Estrategias de gestión propuestas

El estudio no solo describe el problema, sino que plantea líneas de acción prioritarias:

  1. Gestión forestal adaptativa y diversificada: Alternar áreas de producción sostenible con zonas de conservación estricta, incorporando bosques de diferentes edades y estructuras para aumentar la resiliencia frente a perturbaciones.
  2. Protección de la biodiversidad y de los depósitos de carbono: Asegurar el almacenamiento de carbono no solo en la biomasa viva, sino también en la madera muerta y en el suelo.
  3. Reforestación estratégica: No se trata de plantar árboles de manera indiscriminada, sino de seleccionar cuidadosamente las áreas con condiciones hídricas adecuadas, dado que la escasez de agua limitará la viabilidad de nuevos bosques en muchas regiones.

Mirada histórica y riesgos futuros

Desde la década de 1950, la biomasa forestal europea se ha triplicado, impulsada por la recuperación posbélica, la expansión de la superficie forestal, mejoras en la gestión, el aumento de CO₂ atmosférico con efecto fertilizante y temporadas de crecimiento más largas favorecidas por el cambio climático. Este proceso convirtió a los bosques europeos en un actor clave de mitigación climática.

No obstante, el contexto actual indica que estos beneficios podrían perderse. Sin una intervención inmediata, el continente corre el riesgo de ver reducido drásticamente uno de sus mecanismos naturales más eficaces para compensar las emisiones de gases de efecto invernadero.

Conclusión

El trabajo de Migliavacca y colaboradores constituye una advertencia clara: la capacidad de los bosques europeos como sumideros de carbono no es ilimitada ni garantizada. La intensificación de presiones antrópicas y climáticas exige un cambio profundo en los modelos de gestión forestal, apoyado en la ciencia y en la planificación a largo plazo.

De lo contrario, la UE podría ver comprometido uno de los pilares esenciales de su estrategia climática y, con ello, la consecución de la neutralidad climática en 2050.

Fuente CSIC

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