AUTORES: MSc. Aliana Rodríguez Pupo, Ing. Carmen Victoria Rebolledo Peña y DrC. Yordanis Escalona Fernández.
INSTITUCIÓN: Universidad de las Tunas, Cuba; Universidad Politécnica Territorial de Yaracuy, Venezuela
Mail: alianarp@ult.edu.cu , cvrp2612@gmail.com , yordanisef@ult.edu.cu
Resumen:
El desarrollo sostenible es posible a partir del adecuado manejo y/o explotación de recursos naturales, pero difícilmente se producirá de manera automática o espontánea. El fortalecimiento de las instituciones locales y la coordinación de los esfuerzos de todos los actores involucrados, son esenciales para lograr un proceso de desarrollo sostenible a partir de la utilización de los recursos naturales en los lugares que actualmente dependen de esta actividad económica.
El objetivo del presente artículo es proponer el cultivo del vetiver como alternativa para favorecer la gestión del desarrollo sostenible en las comunidades, fundamentalmente en aquellas con problemas de índole ambiental, social y económico que amenazan su desarrollo sostenible, ya que en varios países se generalizan experiencias tendientes a articular las estrategias para el aprovechamiento sostenible de los recursos naturales. Dichas iniciativas se ven fortalecidas a partir de los conocimientos aportados por la investigación en el ámbito global, regional y local. Esto ha permitido mostrar el uso exitoso de la planta, como alternativa para la conservación y desarrollo de sistemas sostenibles (Soto, 2011).
Palabras claves: desarrollo sostenible, cultivo de vetiver (chrysopogon zizanioides).
Abstract:
The sustainable development is possible from the appropriate handling and/or exploitation of natural resources, but difficultly takes place in an automatic or spontaneous way. The invigoration of the local institutions and the coordination of the efforts of all the involved actors, they are essential to achieve a process of sustainable development starting from the use of the natural resources in the places that at the moment depend of this economic activity.
The objective of the present article proposing the cultivation of the vetiver like alternative to favor the administration of the sustainable development in the communities, fundamentally in those with environmental, social and economic nature problems that threaten their sustainable development, since in several countries experiences oriented are generalized to articulate the strategies for the sustainable use of the natural resources. These initiatives are strengthened starting from the knowledge contributed by the investigation in the global, regional and local environment. This has allowed showing the successful use of the plant, as alternative for the conservation and development of sustainable systems.
Keyswords: develop sustainable,
1. INTRODUCCIÓN
En la actualidad se hace necesaria la construcción de una sociedad sostenible, para un tipo de desarrollo que aporte mejoras reales en la calidad de la vida humana y al mismo tiempo, conserve la vitalidad y diversidad de la Tierra. El ideal de desarrollo actual no coincide con su implementación práctica, pues satisface las necesidades humanas de forma incompleta y con frecuencia, destruye o degrada los recursos naturales. Por lo que se necesita de un desarrollo cuyo eje se centre en el mejoramiento de la condición humana, y al mismo tiempo, esté basado en la conservación y mantenimiento de la variedad y productividad de la naturaleza (Gudynas, 2004).
Pese a la diversidad de enfoques, tipos y/o modelos de desarrollo propuestos (Bunge, 1985; Briceño y Álvarez, 2006; González, 2015), en la gran mayoría de estos, se recurre al elemento de la sostenibilidad como una cualidad significativa y necesaria para su concreción. El desarrollo se considera una medida de resultados y bienestar de una sociedad, específicamente en el área económica y social; pero actualmente el componente ambiental se incluye para considerar que toda actividad generada por el hombre tenga carácter sostenible, pues se busca efectos a largo plazo, para que lo que haga la sociedad actual pueda replicarse en el futuro, mantenerse y mejorarse.
El desarrollo sostenible está dirigido a la satisfacción a largo plazo de objetivos sociales, económicos y ambientales definidos localmente. Por ello es preciso que se equilibren los riesgos y los impactos, con la posibilidad de un nivel superior de calidad de vida que asegure los beneficios para las comunidades a partir de sus recursos naturales, sin comprometer la satisfacción de las generaciones futuras. En este sentido, resulta esencial el papel del Estado para implementar una política de desarrollo local sostenible.
Fundamentos teóricos de la gestión del desarrollo sostenible
A nivel mundial y anterior a la década de los 70, el concepto de desarrollo se vinculaba de manera exclusiva con aspectos tecnológicos, científicos y económicos, lo cual se creía suficiente para impulsar todo lo que implicaba el desarrollo humano. Cabe destacar que ese tipo de desarrollo a nivel mundial no dio respuesta a la inequidad existente, por concentrarse en aspectos de tipo tecnológico, científico y económico, y dejar a un lado el aspecto humano y el ambiental (Morin, 2000; Arias, 2003; Díaz et al., 2007).
El desarrollo sostenible o desarrollo sustentable según sea la traducción del vocablo, aparece por primera vez en el informe Límites del crecimiento (Limits to Growth) en el Club de Roma en 1972, aludiendo el vínculo existente entre crecimiento económico global y escasez de recursos naturales (Meadows y Randers, 2005). No obstante, en 1987 se acuña oficialmente este término en el informe de la Comisión Brundtland (Nuestro Futuro Común), elaborado por la Comisión Mundial sobre Desarrollo y Medioambiente (WCED por sus siglas en inglés). Allí se analiza la necesidad del inicio de una nueva era de crecimiento económico, un crecimiento que debía ser poderoso a la par que sostenible social y medioambientalmente. Además, que está en manos de la humanidad hacer que el desarrollo sea sostenible, duradero, a sea, asegurar que satisfaga las necesidades del presentes sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer las propias. (Organización de Naciones Unidas ONU, 1987). Desde esa perspectiva, el desarrollo económico y el uso racional de los recursos naturales están inexorablemente unidos en el tiempo y en el espacio
A partir de la década de los 80 diversos autores se dedican al estudio del desarrollo sostenible y a los aspectos éticos que éste incluye. Se configura en todos los ámbitos como la nueva estrategia de desarrollo que permitirá alcanzar niveles de vida más justos y equitativos, en los que se conjugue una protección y uso responsable de los recursos naturales con un incremento en los niveles de bienestar de la población y un crecimiento económico sostenido. Esto supone una integración de esfuerzos y compromiso por parte del estado, comunidad científica, iniciativa privada, organizaciones no gubernamentales y sociedad civil en general (Fuenmayor y Paz, 2006; Arias, 2003 citado por Díaz et al., 2007).
En octubre de 1984 se reunió por primera vez la Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo con el propósito de establecer una agenda global para el cambio. La Comisión partió de la convicción de que es posible para la humanidad construir un futuro más próspero, más justo y más seguro. Con ese enfoque se publicó en abril de 1987 el informe «Nuestro Futuro Común», donde se plantea la posibilidad de obtener un crecimiento económico basado en políticas de sostenibilidad y expansión de la base de recursos ambientales.
Dado que los objetivos propuestos en conferencias anteriores no estaban cumplidos, en junio de 1992 se celebró en Río de Janeiro la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, donde se adquieren los compromisos propuestos en La Agenda 21, de que el desarrollo sostenible no solamente es una opción, sino un imperativo en términos ambientales y de desarrollo. Dicha sostenibilidad se fundamenta e implica la conciliación de tres objetivos: el crecimiento económico, la equidad social y la sostenibilidad ambiental. De allí la necesidad de gestionar el desarrollo de las regiones de manera holística (Velásquez, 2007).
Los términos sostenible y sustentable generan interrogantes en cuanto a su significado, al ser consideradas sinónimos o por el contrario tener definiciones diferentes. Según el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE, 2014) y en conceptualizaciones de diversos autores (Dourojeanni, 1999; Rebolledo y Luque, 2000; Kerlin et al., 2002; Utria, 2002, Fuenmayor y Paz, 2006; Vargas, 2012), se concluye que ambos términos pertenecen a los llamados «adjetivos verbales», derivados de los verbos sustentar y sostener, con similitud conceptual, significando ambos términos, mantener, conservar, sostener o defender, es decir, asegurar continuidad. Por ello, estas palabras son sinónimos y las numerosas interpretaciones varían según sea la disciplina, el paradigma o la ideología que sirva de base para definirlo, lo que da la posibilidad de emplearlas indistintamente.
En el Plan General de Desarrollo Económico y Social del gobierno de Bolivia (1988), se define al desarrollo sostenible como el proceso integral, sistémico y complejo que tiene por objetivo mejorar la calidad de vida de toda la población, a través del desarrollo productivo integral, el desarrollo social con equidad y la participación ciudadana plena, bajo los preceptos de la conservación de la base de recursos naturales y preservación de la calidad ambiental. Este concepto articula las dimensiones económica, social, política y ambiental. Es sistémico e integral y tiene como propósito articular los objetivos y las políticas de desarrollo para generar impactos positivos en las cuatro dimensiones señaladas.
Para la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, 1988), es la ordenación y conservación de la base de recursos naturales y la orientación del cambio tecnológico e institucional de forma que garantice la satisfacción continua de las necesidades humanas para la generación actual y las futuras. Conserva la tierra, el agua, las plantas y los recursos genéticos (animales), no degrada el medio ambiente y es tecnológicamente apropiado, económicamente viable y socialmente aceptable.
El Consejo Internacional de Iniciativas Ambientales Locales (ICLEI, 1994), propone la siguiente definición: “El desarrollo sostenible es aquél que ofrece servicios ambientales, sociales y económicos básicos a todos los miembros de una comunidad sin poner en peligro la viabilidad de los sistemas naturales, construidos y sociales de los que depende la oferta de esos servicios.
Cabe destacar que el desarrollo sostenible no representa un estado inalterable de la naturaleza y de los recursos naturales, pero sí incorpora una perspectiva de largo plazo en el manejo de los mismos, por lo que ya no se apunta a una explotación de los recursos naturales sino a un manejo de éstos; asimismo enfatiza en la necesidad de la solidaridad hacia las actuales y futuras generaciones y defiende la equidad intergeneracional (Rodríguez, 2006; FAO, 2015).
En las conceptualizaciones del desarrollo sostenible se hace referencia a su multimensionalidad, principalmente a la interrelación de tres elementos o dimensiones: la sostenibilidad ambiental, que refiere la necesidad de que el impacto del proceso de desarrollo no destruya la capacidad de carga del ecosistema; la sostenibilidad social, cuyos aspectos esenciales son: el fortalecimiento de un estilo de desarrollo dirigido a la erradicación de la pobreza y la injusticia social; así como la participación social en la toma de decisiones. Además, se incluye la sostenibilidad económica, entendida como un crecimiento económico que promueva la equidad social y que establezca una relación no destructiva con la naturaleza (Bie et al., 2006).
Estas dimensiones deben tomarse en cuenta, pues se encuentran articuladas a un mismo nivel. Entre los elementos que abarca la dimensión económica se encuentran: la erradicación de la pobreza por medio de la generación de riqueza y de la distribución equitativa de los beneficios del desarrollo; el acceso a activos (tierra, agua) y a bienes y servicios, especialmente a aquellos que potencian el desarrollo productivo (crédito, tecnología); la creación de mercados para actividades sostenibles (turismo, agricultura, tecnologías de la información,); el establecimiento y la promoción de mercados e industrias locales; y la valoración de los recursos naturales en los ámbitos nacional y local.
Deja una respuesta